¿Cuáles son los tipos de envidia?

Comprueba lo envidioso que eres

Estaba leyendo en la web algo para salvarme de la envidia de una madre recién fallecida que me masacró toda la vida…. Estoy con psiquiatra y psicoanalista…. Sin embargo, toda su mala leche hacia mí creo que era realmente envidia… ¡Te leo gracias por tus ideas y palabras! Gabriella

Una fuente de inspiración diaria. ¡Tus artículos son para mí como barandillas que impiden que me salga del camino, me dan la fuerza para mantenerme centrada en los objetivos, y actuar día a día por ellos!

La envidia es un sentimiento humano todos lo sentimos y todos lo sentiremos, no hay nada de que avergonzarse y nada que ocultar pero como también tenemos un cerebro y un corazón depende de nosotros como cambiarlo como transformarlo creo que si conoces el mal tienes que usarlo para el bien para ayudar a los que no pueden salvarse del mal que llevan dentro que aquí en cuestión es la envidia, si todos o la mayoría de nosotros hiciéramos eso todos viviríamos mucho mejor las mujeres podrían incluso empezar a dar a luz sin dolor ahhh lo siento chicos pero lo tenía en mí y sólo tenía que decirlo ahhh

Los envidiosos

La envidia no sólo genera dolor, sino también “tristeza por los bienes ajenos”[10] que el envidioso querría para sí porque juzga que el otro los posee inmerecidamente y debe ser castigado por ello con la expropiación.

El envidioso triste es representado en la iconografía espiando desde lejos, con el ceño fruncido, a ese afortunado poseedor feliz al que le gustaría hacer sufrir una miseria que en cambio, como en un contrapaso, le afecta a él.

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En la doctrina cristiana, la envidia aparece ya en los tiempos bíblicos con el fratricidio de Caín envidioso del amor de Dios por Abel[17]. El mismo vicio capital recorre el Antiguo Testamento, que lo define como “caries de los huesos”[18], para llegar al Nuevo, donde Cristo es entregado a Pilato, que “sabía bien que se lo habían entregado por envidia”[19].

Síntomas de la envidia patológica

Los que se pasan horas y horas navegando por Internet para redescubrir las fechorías y desgracias de los demás me parecen personas envidiosas que, incapaces de comprometerse con una tarea existencial propia, se limitan a inmiscuirse, como voyeurs del Gran Hermano, en los problemas de los demás para engañarse a sí mismos pensando que tienen poder sobre ellos.

Es posible que la persona en cuestión, la envidiosa, tenga una adicción hacia la sensación de placer, por ejemplo, comer un pastel o ver un espectáculo de entretenimiento que le cause placer.

Importantes autores se han ocupado de conceptualizar la envidia; desde Freud, que pone en escena al envidioso por excelencia, Edipo, y habla de la “envidia del pene” por parte de las mujeres, hasta Melanie Klein, que vincula el sentimiento de envidia a la pulsión de muerte, a una fuerza destructiva innata.

La envidia surgiría de la relación entre el niño recién nacido y su madre, al contacto con el pecho de la madre, dispensadora de alimento y placer; en esta situación el niño sentiría tanto gratificación como envidia.

Mirada de envidia

Esta tendencia, que suele darse en personas que tienden a experimentar la envidia de forma frecuente e intensa, les lleva a pensar en su vida como una competición, definida únicamente por conceptos como competencia, jerarquía y éxito. Esto les hace vulnerables a la insatisfacción y al miedo a perder su estatus, y también les impide disfrutar de los éxitos que han conseguido y que han requerido un enorme desembolso emocional.

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Leahy, R. L. (2015). Terapia de esquemas emocionales. Nueva York: The Guilford Press. (Trad. It.: Terapia de esquemas emocionales. Creencias emocionales y estrategias de regulación emocional en la terapia metacognitiva. Florencia: Eclipsi, 2016).

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