¿Qué es el miedo en el ser humano?

Efectos del miedo en el sistema nervioso

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando tenemos miedo durante nuestra vida moderna? Que nuestro cerebro, cuando percibe un peligro, desencadena exactamente el mismo mecanismo fisiológico que si estuviéramos en presencia de una manada de lobos; el único pequeño problema es que suele activarse sólo después de semanas, meses o incluso años. Para entendernos mejor, pongamos otro pequeño ejemplo.

Entonces, finalmente, llega el día del juicio. Esa mañana te levantas dos o tres horas antes de lo habitual y con la respiración entrecortada, una sensación de burbujas en el vientre y los miembros rígidos te vas a trabajar. Y se mantiene en esta condición todo el tiempo, al menos hasta que su jefe llega a la puerta.

Cómo gestionar el miedo

Profundizaremos en el tema de los comportamientos inadecuados en el buceo, los miedos, los ataques de pánico, esas emociones y todos esos sentimientos que son especialmente problemáticos para el buceador, para los que enseñan a bucear, atienden las emergencias y hacen labores de rescate.

Hemos hablado del miedo como respuesta al peligro. Pero, ¿qué interviene para que percibamos un estímulo como perjudicial y guíe nuestra conducta posterior? ¿Qué característica debe tener un estímulo para activar nuestro sistema de evaluación del peligro?

Sabemos, por ejemplo, que a veces las personas buscan activamente ciertos tipos de peligro y al darle una valoración positiva, su organismo reacciona ante ellos no con una reacción de miedo sino de interés.

Si consideramos algunos deportes extremos, exponerse al peligro se persigue en sí mismo como un objetivo y se convierte para quienes practican estas disciplinas en uno de los motivos declarados de la acción, que da lugar al placer y no al miedo.

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A partir de estas estructuras, se examinan los elementos esenciales de una condición peligrosa, no los detalles. La amígdala, en particular, parece ser capaz de almacenar recuerdos simples y elementales de sensaciones que hemos aprendido a temer.

Miedo treccani

En general, utilizamos la palabra “miedo” para indicar diferentes estados: la emoción que sentimos cuando centramos nuestra atención en un posible “peligro” en el futuro inmediato; el estado emocional desagradable del que aparentemente no podemos identificar las causas; la simple incertidumbre generalizada de la preocupación que a veces llamamos alternativamente “ansiedad”; o, de nuevo, utilizamos este término en frases como “tengo miedo de que se haya acabado el azúcar”, “tengo miedo de que llueva”.

Podemos definir el miedo como un estado de tensión psicológica y física, que determina una activación de los recursos individuales (veremos más adelante cuáles), útiles para preparar al individuo para afrontar de la mejor manera posible una determinada situación que se evalúa como “peligrosa” para uno mismo. El miedo, por tanto, tiene una función positiva cuando es una alarma “realista”, que nos advierte de que estamos potencialmente en peligro.

En 2001, el miedo a la energía nuclear dio paso a otros temores que ocupan el primer plano de la escena social. Uno de los principales temores de las dos últimas décadas se refiere a la salud y, en particular, al contagio del sida.

Tipos de temores

Hay que llegar al siglo XIX para denotar una proliferación de estudios en torno a este fenómeno, que se definía como una “emoción contagiosa”, capaz, partiendo de un solo individuo, de extenderse, como un germen, a toda una multitud de personas.

  ¿Cómo decir que no sin ofender a los demás?

La palabra horror deriva del latín “horreo” e indica un ser áspero y erizado; pero también el acto de asustar a una persona, cuyos pelos se erizan por el miedo, o a un animal, cuyo pelaje se eriza.

“Para aquellos que temen que sus mentes estén sobrecargadas, que pierdan la razón y realicen actos espantosos y terribles, que no desean realizar sabiendo que están equivocados; sin embargo, el pensamiento vuelve a ellos y sienten el impulso de hacerlo”.

“Para aquellos a los que les resulta difícil no estar preocupados por los demás. Son personas que generalmente no se preocupan por sí mismas, pero pueden sufrir mucho por sus seres queridos, porque siempre temen que les ocurra alguna desgracia”.

“Me intereso por los demás con compasión pero sin ansiedad. Soy capaz de comunicar pensamientos positivos a quienes lo necesitan y de mantener la calma mental y física en momentos de emergencia. Estoy encantado de ayudar cuando me lo piden, pero puedo contenerme para no imponer mi ayuda a los demás”.

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