¿Cómo se siente el hambre emocional?

Cómo escuchar el hambre

A veces recurrimos a la comida para reconfortarnos (“comfort food”), para reducir el estrés o encontrar alivio al aburrimiento, la ansiedad o la ira. En general, la comida representa una fuente de bienestar. Buena, disponible en todo momento, fácil de obtener, no especialmente dañina.

El comedor emocional suele comer de forma irracional, automática e inconsciente. Antes de que pueda darse cuenta de lo que está haciendo, se encuentra con un trozo de chocolate o un puñado de patatas fritas en la boca.

Alimentos que hacen desaparecer el hambre

Llegamos a casa por la noche cansados y estresados por el día que acabamos de tener, sin haber tenido quizás ni siquiera tiempo de almorzar, y echamos todo lo que tenemos en la despensa a la olla convencidos de que por fin nos merecemos alguna gratificación.

En primer lugar, el impulso de comer se manifiesta “desafiando” las señales que nos envía nuestro estómago: aunque estemos llenos o hayamos comido durante poco tiempo, el hambre emocional no atiende a razones y, por tanto, podemos sentir un impulso incontrolable de comer independientemente de nuestro estado de saciedad o ayuno físico.

Hambre repentina y sensación de desmayo

El hambre emocional se produce de forma repentina. Se produce en un instante y se siente abrumador y urgente. El hambre física, en cambio, se produce gradualmente y no requiere una satisfacción inmediata.

El hambre emocional requiere alimentos específicos. Cuando se tiene hambre física, decimos que todo vale, en el sentido de que incluso la fruta y la verdura son suficientes para saciar. El hambre emocional, por el contrario, requiere “comida basura”: snacks, azúcares, patatas fritas, aperitivos salados que tienen el poder de liberar inmediatamente la tensión y el estrés.

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El hambre emocional lleva a comer sin pensar. Sin darse cuenta, uno puede haber terminado un paquete entero de patatas fritas o un paquete entero de helado, sin prestar atención y, por tanto, sin saborearlo realmente. Por el contrario, cuando se come por hambre física, se percibe mejor el sabor agradable de los alimentos.

El hambre emocional no se siente en el estómago. En lugar de una punzada en el estómago o de sentir un murmullo incómodo, el hambre emocional se presenta como un antojo que parte directamente de la cabeza.

Hambre y náuseas

El hambre nerviosa se diferencia del hambre física en que nos hace recurrir a la comida cuando el cuerpo no necesita realmente energía y, por tanto, calorías. El hambre emocional se produce principalmente cuando uno se siente muy triste o estresado y se refugia en la “comida reconfortante” para consolarse, en lugar de intentar resolver la causa principal.

Si no se controla y se repite, el hambre nerviosa no sólo conduce al aumento de peso, la diabetes y el colesterol alto, sino también a síntomas de ansiedad o depresión. Además, al no permitir que se vea y se aborde el problema subyacente que lo desencadena, sólo lo empeora.

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