¿Qué dice la Biblia sobre el alma después de la muerte?

Lo que dice la Biblia sobre el alma

Por muy noble que sea el esfuerzo de la filosofía por procurar sabiduría al hombre ante la muerte, deja sin respuesta las preguntas sobre el destino del alma y hace estéril el discurso sobre ella.

Sin embargo, no somos meros organismos vivos hechos de carne y hueso, y el fin de la vida en la tierra no coincide con la destrucción definitiva del ser. En efecto, después de la muerte… “el polvo vuelve a la tierra como antes, y el espíritu vuelve a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:9).

¿A dónde vas cuando mueres?

En primer lugar, vemos que el término nefesh (alma) se utiliza en el Antiguo Testamento (1). Por ejemplo, lo vemos en Génesis (1, 20), (1, 21), (1, 24), (1, 30), al describir la creación de los animales, pero también en Génesis (2, 7), al describir la creación del hombre. La diferencia entre alma y espíritu es muy notable en Job (12, 10):

En cuanto al concepto de supervivencia después de la muerte, hay muchos pasajes bíblicos en el Antiguo Testamento que atestiguan la creencia en la resurrección de los cuerpos después de la muerte, veamos uno, Daniel (12:1 2):

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Pero en lo que respecta al espíritu y al alma del hombre, elementos separados del cuerpo, no son algo material, y su existencia no cesa cuando el hombre muere y es enterrado.

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En cuanto al tormento de las almas perdidas, esto es lo que leemos en la Escritura, tanto en lo que se refiere al tormento del alma, como al hecho de que el alma no muere y no deja de existir, de tener conciencia:

“Y la bestia fue apresada, y con ella fue apresado el falso profeta que había hecho milagros ante ella, con los cuales había seducido a los que tomaron la marca de la bestia y a los que adoraron su imagen. Ambos fueron arrojados vivos a la piscina ardiente de fuego y azufre”. (Apocalipsis 19:20)

“Y el diablo que los había seducido fue arrojado al estanque de fuego y azufre, DONDE ESTÁN TAMBIÉN LA BESTIA Y EL FALSO PROFETA; y serán atormentados día y noche, por los siglos de los siglos”. (Apocalipsis 20:10)

Los saduceos modernos, es decir, los adventistas y los testigos de Jehová, y otros que piensan como ellos, se equivocan enormemente, porque no conocen las Sagradas Escrituras, ni el poder de Dios, se alimentan de mentiras y las enseñan a otros; han sido seducidos y a su vez seducen a otros y arrojan confusión en las almas sencillas.

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Se trata de una pregunta a la que la teología dogmática no puede responder, aunque algunos teólogos hayan esbozado sus propias explicaciones. Para Agustín de Hipona, el alma actúa sobre el cuerpo pero el cuerpo no ejerce ninguna acción sobre el alma.

Según una explicación naturalista arcaica, que se encuentra en el Génesis, el hombre se convierte en un ser vivo (o animado) en el momento en que le penetra el aliento de vida, que no tiene nada que ver con el alma racional. Este soplo de vida parece transmitirse a sus sucesores directamente, por generación.

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Según la doctrina católica tradicional, después de la muerte el alma sigue existiendo separada del cuerpo; de hecho, al ser inmaterial, no tiene partes en las que disolverse, y no depende del cuerpo para sus operaciones.

El tema del purgatorio, estrechamente relacionado con el problema de la “vida” de las almas tras la separación del cuerpo y a la espera del juicio final, se desarrolló sustancialmente en la Edad Media. Pero una doctrina orgánica en este sentido sólo se formuló con el Concilio de Trento. Los Padres de la Iglesia, en cambio, ignoraron casi por completo el tema.

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