¿Cuál es la etimología de la palabra destino?
Etimología
“En este sentido, la suerte se diferencia tanto del destino, que se refiere a los destinos humanos y al que se le permite ser modificable, como del concepto de determinismo (conexión necesaria pero inmanente de las causas de manera que pueda descifrarse racionalmente)”[1][2] En otros autores, el término se considera superponible al de suerte[3].
Contenidos
James Hillman, retomando la concepción heracliteana del destino,[8] hace corresponder la idea de destino con nuestra forma de ser. Por tanto, el destino está determinado psicológicamente por las elecciones que hacemos dictadas por nuestro propio carácter o por las que hacen los demás y que nos afectan condicionando nuestro futuro[9].
El término equivalente a destino en inglés antiguo era doom, como en el Libro de Domesday, el censo de Inglaterra realizado por los normandos en 1086. Más tarde, Doom adquirió las siniestras connotaciones del cataclismo universal del fin de los tiempos (“Doom”, “Last Judgement”).
El destino existe testimonios
Un interesante ensayo sobre el origen de las palabras y su evolución a lo largo del tiempo. Tras una introducción sobre la importancia de conocer la historia que conlleva cada término, Balzano elige diez palabras cuya etimología analiza, partiendo de la raíz y, por tanto, del significado original y siguiendo sus cambios hasta la actualidad. Es un ejercicio útil de conocimiento de la lengua que debería aplicarse a muchas otras palabras que utilizamos habitualmente y en las que no nos detenemos.
Un interesante ensayo sobre el origen de las palabras y su evolución a lo largo del tiempo. Tras una introducción sobre la importancia de conocer la historia que conlleva cada término, Balzano elige diez palabras cuya etimología analiza, partiendo de la raíz y luego del significado original y siguiendo sus cambios hasta la actualidad. Es un ejercicio útil de conocimiento del lenguaje que debería aplicarse a muchas otras palabras que utilizamos habitualmente y en las que nunca nos detenemos a pensar.
El destino en el amor
Aunque la tesis de una palabra de origen incierto es unánimemente aceptada, las hipótesis etimológico-semánticas en torno a la palabra latina alea no dejan de crear una densa red de lugares y visiones.
El Thesaurus Linguae Latinae (1900) -en referencia al estudio de gramática comparada de Leo Meyer (1861)- relaciona alea con la palabra sánscrita aksáh (nuez) y cataloga la palabra en dos apartados:
Quidam autem aleatores sibi videntur phisiologice per allegoriam hanc artem exercere, et sub quadam rerum similitudine fingere. Nam tribus tesseris ludere perhibent propter tria saeculi tempora: praesentia, praeterita et futura; quia non stant, sed decurrunt. Sed et ipsas vias senariis locis distinctas propter aetates hominum ternariis lineis propter tempora argumentatur. Inde et tabulam ternis discriptam dicunt lineis.
[Algunos jugadores creen que el ejercicio de este arte se basa en fundamentos naturales y creen que tiene un cierto significado alegórico. Dicen, de hecho, que se juega con tres dados para significar los tres tiempos del mundo: el presente, el pasado y el futuro, que, como los dados, nunca están quietos, sino que pasan incesantemente).
Creer en el destino
Observando el acontecimiento como meros espectadores, pudimos deducir que un mosaico aparentemente indescifrable se unía rápidamente para crear el diseño final. Ahora también estoy dispuesto a confirmar que Marco puede haber actuado bajo la influencia de un ángel de la guarda. Estoy convencido de ello, sobre todo a partir de los años de investigación y las pruebas que he reunido. Al fin y al cabo, se comunican con nosotros principalmente influyendo en que hagamos cosas que nunca haríamos de otro modo.
Las apariencias pueden ser para conseguir un puesto importante en el trabajo, tener un papel satisfactorio como padre o una amistad privilegiada con una persona famosa… El Ego aprovecha nuestra vida social y relacional para exagerar. Cuando el Ego domina nuestra vida, significa que la mente ha ocupado todo espacio libre en nuestras acciones, incluso el destinado al alma. Y aunque, de vez en cuando, oigamos una vocecita en nuestro interior que grita, y que a menudo asociamos con una intuición, con demasiada frecuencia se disipa en el constante barullo de nuestra mente.
