¿Cómo calmar la ira de un hombre?

Gotas para controlar la ira

La ira, al igual que las demás emociones básicas, se manifiesta universalmente en todos los seres vivos a través de las expresiones faciales, la postura corporal y lo no verbal: fruncimos el ceño, apretamos los dientes, sudamos en exceso, rechinamos los dientes, el pulso se acelera, tensamos los músculos, nos preparamos para el ataque.

En aquellos que retienen la ira, se dice que ésta implosiona. La tendencia a la ira reprimida suele darse en personas sumisas-pasivas que están acostumbradas a ser muy serviciales con los demás, a las que les cuesta decir que no, y acaban desarrollando ira y decepción cuando los demás no se comportan de la misma manera. Son personas muy controladas, que a menudo se sienten culpables y que, por miedo a expresar sus necesidades, se reprimen y desarrollan una ira interna hacia ellos mismos y hacia los demás.

Según Zillman, en nuestra mente se produce una especie de “convulsión” neuronal en la que cada factor se convierte en un desencadenante de la escalada y la activación fisiológica. En el momento del ataque nos centramos en palabras o frases negativas o en intenciones con el efecto de aumentar la ira.

Medicamentos para controlar la rabia

En los últimos años, se han diseñado intervenciones psicológicas para mejorar la regulación de los ataques de ira, conocidas comúnmente como programas de control de la ira, para tratar una amplia gama de problemas de salud mental y física.

Varios meta-análisis sobre la eficacia de los tratamientos de control de la ira (DiGiuseppe & Tafrate,2003) han mostrado resultados suficientemente positivos como para producir cambios clínicos fiables.

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Existen pruebas que demuestran una asociación entre los síntomas del trauma y la ira desregulada, pero no hay tratamientos para el control de la ira que aborden directamente las experiencias traumáticas.

Los métodos cognitivo-conductuales para el control de la ira incluyen módulos o sesiones de tratamiento. Implican investigar e identificar la naturaleza del problema, los acontecimientos desencadenantes y los factores de estrés contextuales, así como cambiar los patrones disfuncionales y las inferencias cognitivas causales.

Ataques de ira hacia la pareja

Después de contener la respiración, empieza a respirar lentamente con el diafragma. Coloque suavemente una mano en el pecho y la otra en el abdomen. La mano que se apoya en el abdomen debe subir con él, mientras que la otra, colocada en el pecho, apenas debe moverse.

Por ejemplo, tal vez esté ansioso por el próximo viaje en avión y no pueda dejar de pensar en lo que podría ocurrir si se produce un accidente. Concéntrate repitiendo “Stop” para ti mismo, ya sea en voz alta o en tu mente.

Al principio puedes sentir que no tienes mucho que decir. Sigue intentando examinar las situaciones que desencadenan la ansiedad. Cuando hayas aprendido a detenerte y reflexionar sobre las situaciones, podrás recoger los pensamientos y sentimientos que pueden haber contribuido a la ansiedad.

Adopta la autocompasión mientras escribes los datos. Evita juzgarte a ti mismo o a tus pensamientos. Recuerda: no puedes controlar necesariamente tus pensamientos y emociones, pero puedes controlar tus reacciones.

Ataques de ira incontrolada

Elige un punto clave del cuerpo, por ejemplo el diafragma o los músculos de la mandíbula, y concéntrate en relajarlo. Visualiza el aliento que lo impregna, o la luz o energía que fluye a través de él, arrastrando la tensión. También puedes recurrir a la relajación progresiva: empezando por los pies, relaja sistemáticamente cada parte del cuerpo hasta llegar a la cabeza (o viceversa, de la cabeza a los pies).

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Si quieres aprender a mantener la calma y no entrar en barrena, recuerda también que hay muchas otras estrategias que pueden ser útiles. Por ejemplo, en otro artículo te hablé del poderoso efecto relajante de caminar por el bosque (Shinrin Yoku), o del poder de ejercitar el pensamiento positivo, en el especial “5 ejercicios para entrenar el pensamiento positivo”.

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