¿Cómo fue la muerte de Elisabeth Kübler-Ross?

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En 1982 fui a Birmingham, en el estado de Alabama, a visitar a Judy, mi amiga estadounidense. Por entonces fisioterapeuta, ahora también formadora en este campo, trató ocasionalmente al ex gobernador George Wallace, que estaba confinado a una silla de ruedas porque había perdido el uso de las piernas en un intento de asesinato.

Los seminarios dirigidos por Elizabeth Kiibler-Ross en todo el mundo se limitaban a setenta o, como máximo, setenta y cinco personas. Un tercio de los participantes eran pacientes terminales y padres de niños moribundos, otro tercio eran médicos, trabajadores sociales, terapeutas, enfermeras y clérigos. La última categoría consistía en personas “normales” que sentían la necesidad de estar presentes.

Durante mi tercer y último descanso decidí pedir sólo la punta de un dedo. Pero, como siempre en estas situaciones, mi temperamento se apoderó de mí y dije: “No, si no me extienden la mano, también renunciaré a la punta del dedo”.

Las 5 etapas de la muerte

El proceso del enfermo, similar al de la familia, se escenifica en cinco momentos, precedidos por una breve fase de shock, y que conducen a un estado previo a la muerte (Decathexis) en el que el enfermo vuelve a una dimensión elemental y primigenia, olvidando todos los intereses materiales, y sumergiéndose en una visión filosófica y electiva del mundo.

“Los doctores K. y P. habían pasado por la casa de la señora W., recién dada de alta, para comprobar su estado. La Sra. W., que había estado entre los entrevistados en el seminario de la autora, telefoneó a la autora para decirle lo feliz que le había hecho la visita”.

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Pero cuando nací era “no deseada”. No es que mis padres no quisieran tener hijos. Querían tanto una niña, pero querían que fuera bonita, hermosa, de cuatro kilos. En cambio, era muy feo y sin pelo, y fui una terrible e inmensa decepción para mis padres.

Mirando hacia atrás parecería una historia divertida, pero para un adolescente como yo era realmente trágico pensar en estar enamorado de alguien, en salir con él y ser total y absolutamente reemplazable. A veces me pregunto si no soy mi hermana.

Luego visité las chozas donde aquellos niños habían pasado la última noche de sus vidas; no estaba seguro de lo que buscaba, supongo que algún mensaje o rastro de cómo se habían enfrentado a la muerte. Habían garabateado dibujos en las paredes de las chabolas con las uñas o con trozos de piedra o tiza: la mayoría eran mariposas.

Las vi, esas mariposas. Yo era muy joven. Era muy ignorante. No tenía ni idea de por qué los niños de cinco, seis, siete, ocho o nueve años, arrancados de casa, de sus padres, de la seguridad de la escuela y del juego, y embarcados en vagones de ganado hacia Auschwitz, Buchenwald y Maidanek, por qué, dije, esos niños debían ver mariposas. He tardado un cuarto de siglo en encontrar una respuesta.

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El término psicotanatología o tanatología psicológica se utiliza para definir el apoyo psicológico ante la muerte, tanto para los enfermos terminales (acompañamiento hasta la muerte) como para sus familiares (apoyo durante las etapas de la enfermedad de su familiar, y el duelo después de la muerte).

El texto mencionado habla de la diferencia entre el enfermo y la persona, sus sentimientos, deseos y opiniones, y el derecho a ser escuchado: pero también de los sentimientos, emociones y experiencia de las personas que están cerca de él en este pasaje.