¿Qué es la injusticia y la justicia?

Las injusticias de la vida

El 27 de enero de 2022 se cumplirá el centenario de la muerte de Giovanni Verga, y estas breves reflexiones mías[1] pretenden ser una pequeña contribución al examen en profundidad de los temas de la justicia y el poder, tan queridos por el autor etarra y no siempre explorados por los numerosos, aunque ejemplares, exégetas de su obra.

Los protagonistas de esta narración intentan efectivamente rebelarse contra su penosa condición económica, pero no siempre ganan, porque la existencia humana y las leyes que la rigen colocan a los individuos en una condición fatalista de desconfianza hacia el mundo y hacia sí mismos. Por eso el autor se siente obligado a hablar de un “ciclo de los vencidos”.

En comparación con sus anteriores obras narrativas, las Novelle rusticane[11] se caracterizan por un enfoque preciso de los problemas sociales y económicos de la Sicilia del siglo XIX, con una acentuación pesimista de las relaciones humanas y la asunción de un papel central para ese sentido inmanente de la injusticia propio de los personajes de Verga, en el que se centran estas breves reflexiones.

Traducción de la injusticia

Pero la “crisis de motivación”, reflejo del desencuentro entre el derecho y la justicia, también se manifestó tras la caída del régimen fascista, de forma diferente y opuesta. Gran parte de las viejas leyes siguieron vigentes aunque la Constitución impuso su derogación o, en todo caso, su superación, pero los jueces siguieron aplicándolas como lo habían hecho en los veinte años anteriores, habiéndose “acostumbrado a interpretarlas con espíritu conformista” y no con el nuevo espíritu democrático a través de la llamada interpretación “evolutiva”, observa Calamandrei. De ahí otras “disonancias o desajustes” registrados en las motivaciones de las sentencias: “leyes republicanas interpretadas con espíritu monárquico, leyes antifascistas interpretadas con espíritu fascista, leyes innovadoras interpretadas con espíritu conservador”. En algunos casos, las motivaciones en abierto contrastan con la parte operativa. De hecho, que pretendía “incluso desacreditar la parte dispositiva”. Las llamadas “sentencias suicidas” o “sentencias controvertidas”…

La injusticia es sinónimo de

Sin embargo, es necesario entender cómo funciona esta llamada de atención, para comprender por qué a menudo nos lleva por el mal camino, disparando una “alarma” en algunos casos desproporcionada a la situación, en otras circunstancias revelando su carácter destructivo y/o autodestructivo.

Hay que recordar que “violar a O no deshace la violación que sufrió Jennifer. Matar a un asesino no devuelve a los muertos” (Nussbaum, 2017, p.47). No importa que estos comportamientos puedan “dar satisfacción” a alguien, ya que en realidad no deshacen el mal sino que añaden injusticia a una nueva injusticia.

El derecho penal clásico entiende la justicia como una diosa con los ojos vendados que sostiene una balanza y una espada en sus manos: el equilibrio roto por el delito debe restablecerse a base de golpes, capaces de noquear al delincuente. El delincuente debe ser traspasado y la víctima vengada.

Hasta la fecha, parece faltar una definición compartida de lo que es la justicia reparadora. Los distintos autores comparten algunos supuestos básicos, pero luego divergen, sobre todo en lo que respecta a las prácticas restaurativas, es decir, a la traducción práctica de las directrices teóricas. Por tanto, acepto lo que Federico Reggio denomina “definición de uso”:

Sufrir la injusticia

A lo largo de los siglos, británicos e italianos han tomado caminos diferentes. Como prueba de su divagación, resulta instructiva una anécdota protagonizada por dos grandes trialeros. Salvatore Satta recordaba en el prefacio de la quinta edición de su manual: “Calamandrei me contó que una vez, cuando fue a Inglaterra y se sorprendió del empirismo procesal de aquellos juristas (y, en perfecta correspondencia, de la total ignorancia de nuestra ciencia) se puso a exponer nuestros sistemas a un juez muy alto. El buen hombre escuchó con interés, y luego le preguntó ingenuamente: pero con todas estas cosas buenas, ¿son sus frases mejores que las nuestras? El discurso, naturalmente, no podía continuar.