¿Cuál es la oración de fe?
Sinónimo de oración
No podría haber encontrado una referencia mejor que el Catecismo de la Iglesia Católica, al que queremos honrar de esta manera en el vigésimo aniversario de su publicación: el 11 de octubre de 1993.
Contenidos
Al Catecismo no le falta una exposición extraordinariamente completa en su cuarta parte, con la que pretendía poner en nuestras manos una catequesis verdaderamente ordenada y completa sobre la oración cristiana.
Durante mucho tiempo el hierro fundido no pudo contar con un instrumento de tal calibre para enseñar a los cristianos los caminos de la oración cristiana. Con la certeza de la firmeza de la fe, con la inspiración bíblica que lo impregna, con la plenitud teológica que lo ilustra y la inspiración de piedra que lo caracteriza, el Catecismo de la Iglesia Católica ofrece una síntesis rica y actual.
El Catecismo de la Iglesia Católica, en su división en cuatro partes, al igual que el Catecismo del Concilio de Trento, ha reservado a la oración cristiana toda la importancia teológica y pastoral que merece, aunque con acentos diferentes en el tono que en el contenido entre ambos catecismos. El de Trento muy retornado de la síntesis tomista; el del Vaticano II con una acentuación bíblica, artística y litúrgica y con una mayor perspectiva pastoral y espiritual.
Oración de Treccani
En primer lugar con el Ave María, oración con la que la Iglesia pide la intercesión de la Virgen. Otras oraciones marianas son el Rosario, el himno acatista, la Paraclisis, los himnos y cánticos de las distintas tradiciones cristianas.
Todos los momentos son aptos para la oración, pero la Iglesia ofrece a los fieles ritmos pensados para alimentar la oración continua: oraciones matutinas y vespertinas, antes y después de las comidas; Liturgia de las Horas; Eucaristía dominical; Santo Rosario; fiestas del año litúrgico.
Podemos invocar al “Padre” porque el Hijo de Dios hecho hombre nos lo ha revelado y su Espíritu nos lo da a conocer. La invocación del Padre nos hace entrar en su misterio con un asombro siempre nuevo, y suscita en nosotros el deseo de un comportamiento filial. Por medio de la oración del Señor, somos conscientes de que somos hijos del Padre en el Hijo.
Etimología de la oración
Por eso muchos en la Iglesia se han atrofiado y no reciben, porque: “Porque no piden o piden mal” (Sant. 4:2-3), porque la vida del cristiano no corresponde a las exigencias del Señor, sino que siguen nuestros pecados, caprichos y opiniones.
A diferencia de todas las demás artes, que necesitan mucha educación, dinero, tiempo, en definitiva, un largo aprendizaje. La oración, en cambio, no requiere nada de esto. Todos los hombres pueden cultivar este arte (Salmo 47:7).
Oración del corazón
La fe y la oración: un episodio y una respuesta que ciertamente pueden ayudarnos a introducirnos en este gran tema que realmente debemos poner en la agenda siempre, particularmente este año.
San Juan de la Cruz solía enviar a sus novicios, a veces, a recitar la Liturgia de las Horas en medio del bosque, para que se dieran cuenta en ese momento de que la voz de la creación resonaba en su voz, que no eran sólo ellos, sino portavoces del mundo.
En la oración litúrgica se renueva el misterio de la fe: la muerte y la resurrección del Señor, mientras esperamos su venida, nos hacemos contemporáneos de los acontecimientos pascuales (“El misterio pascual en el tiempo de la Iglesia” – CIC 1076). La oración litúrgica, en varios momentos, nos hace decir o cantar una pequeña palabra, pero fundamental por su importancia, que es la palabra “AMEN”, que ya sabéis que es la palabra del “SI”, por tanto la palabra del “ECCOMI”, la palabra de la aceptación en nosotros de lo que el Señor nos ha dicho, desea, quiere. En la medida en que vivimos el Amén litúrgico con conciencia viva, aprendemos a hacer de la oración un “SÍ” a Dios que nos llama, que nos convoca.