¿Cómo librarse de las expectativas?
Expectativas demasiado altas
Las expectativas son pensamientos anticipatorios sobre el futuro. Algunos son conscientes, otros están fuera del espectro de la conciencia. Pueden afectarnos a nosotros, a las personas con las que vivimos, trabajamos o nos relacionamos durante nuestros días.
Contenidos
El mindfulness nos entrena precisamente para adoptar una visión suave, como la de un helicóptero, de todos los fenómenos psíquicos que nos atraviesan, reduciendo en gran medida el coste emocional de los mismos: menos ira, enfado, resentimiento, tristeza, miedo.
Cada vez que meditamos, observamos el ajetreo de pensamientos que ocupan nuestra mente y experimentamos el poder de la respiración para desconectarnos de la mente pensante y anclarnos en las sensaciones del cuerpo como punto de centrado y calma.
Las expectativas se resienten
La “expectativa razonablemente realista” implica que la predicción que nos creamos sobre el resultado de un acontecimiento se basa en experiencias personales pasadas y, por tanto, conscientes, y no en fantasías, que, precisamente por ser proyecciones del futuro, no siempre son realistas. A veces las expectativas que nos creamos son demasiado rígidas, exageradas o poco realistas y, por tanto, están condenadas a la decepción. ¿Qué ocurre cuando se defraudan las expectativas?
– Distanciamiento de uno mismo. Dar demasiada importancia al otro provoca un desequilibrio continuo de la atención. Centrarse en el exterior nos aleja de nosotros mismos, distrayéndonos de nuestras propias necesidades e intereses. A la larga, esta autoculpabilización socava nuestra autoestima.
– Pretendiendo que “las cosas vayan bien”. En la ilusión de “hacer las cosas bien a toda costa”, hay una tendencia a consentir, a identificar y satisfacer las necesidades del otro, hay una tendencia a querer ser perfectamente complaciente con la visión del mundo del otro.
Expectativas hacia uno mismo
La “expectativa razonablemente realista” implica que la predicción que nos creamos sobre el resultado de un acontecimiento se basa en experiencias personales pasadas y, por tanto, conscientes, y no en fantasías, que, precisamente por ser proyecciones del futuro, no siempre son realistas. A veces las expectativas que nos creamos son demasiado rígidas, exageradas o poco realistas y, por tanto, están condenadas a la decepción. ¿Qué ocurre cuando se defraudan las expectativas?
– Distanciamiento de uno mismo. Dar demasiada importancia al otro provoca un desequilibrio continuo de la atención. Centrarse en el exterior nos aleja de nosotros mismos, distrayéndonos de nuestras propias necesidades e intereses. A la larga, esta autoculpabilización socava nuestra autoestima.
– Pretendiendo que “las cosas vayan bien”. En la ilusión de “hacer las cosas bien a toda costa”, hay una tendencia a consentir, a identificar y satisfacer las necesidades del otro, hay una tendencia a querer ser perfectamente complaciente con la visión del mundo del otro.
Sin expectativas ni decepciones
Por lo tanto, se habla de perfeccionismo patológico cuando existe una preocupación exagerada por cometer errores, normas personales poco razonables, inseguridad, necesidad de organización y expectativas excesivamente críticas por parte de los padres.
Se habla de perfeccionismo socialmente impuesto cuando la persona cree erróneamente que los demás pueden tener expectativas exageradamente altas sobre ella. También cree que cumplir esas expectativas es la única manera de ganarse su aprobación.
En particular, el miedo a ser juzgado/no estar a la altura en el trastorno de ansiedad social, el miedo a ser un fracaso en la depresión y el miedo a estar gordo en la anorexia nerviosa pueden ser el resultado de normas y expectativas perfeccionistas disfuncionales.
La autoestima del narcisista se alimenta del reconocimiento de los demás y de las personas de las que se rodea. Las personas poderosas y exitosas las convierten en seres socialmente respetables y envidiables.