¿Cómo dejarse amar por los demás?

Relaciones amorosas | ¿se puede no sufrir?

Cuando nace un amor, su curso, su aceleración o sus diversos contratiempos o posibles muertes no pueden separarse de la historia afectiva y emocional de ambos protagonistas de la pareja.

Un desamor original trae consigo, como un efecto dominó, una serie de otras muchas carencias y vacíos que inevitablemente desembocarán, como el curso de un río, en la relación de pareja, un mar de navegación compartida.

Lagunas que caracterizan las primeras experiencias amorosas infelices en la infancia, experiencias que luego condicionaron -e influyeron profundamente- las posteriores relaciones de amistad y románticas, creando una “memoria corporal del no amor” y del sufrimiento.

Para poder disfrutar plenamente de los placeres de la vida en pareja, resulta absolutamente imprescindible haber conocido, combatido y superado los propios monstruos interiores o, al menos, haberlos enfocado y haber hecho las paces con ellos.

La psicoterapia individual o la terapia de pareja, a evaluar caso por caso, es el único camino posible de alimentación psíquica y relacional para sanar y alimentar el pasado y convertirse por fin para uno mismo en esa “madre y padre amorosos” que le faltaban cuando debía estar presente.

Aprender a amar de verdad. La diferencia entre querer

A veces preferimos considerar que el consuelo se vive y se da como una debilidad, o nos convencemos de que no seríamos capaces de consolar, dar cercanía, ternura, o creemos que la otra persona no necesitaría realmente consuelo de nosotros, o que mostraríamos demasiado nuestro lado “tierno”, comprensivo, cariñoso, cálido, y esto nos pondría en riesgo de ser rechazados, no comprendidos, heridos, juzgados…

Podemos decirnos a nosotros mismos que somos realmente amados, preciosos, y que somos preciosos incluso con nuestros defectos, limitaciones, errores, y podemos animarnos. Y si no podemos, pedimos ayuda a Dios, para que nos consuele y nos ayude a consolarnos. Y entonces amémonos a nosotros mismos. Y amemos a los demás en nuestro aquí y ahora.

Intentemos hacer opciones diferentes: tratemos con cada persona de estar cerca de ella espiritual y emocionalmente, de pensar en ella de otra manera, de hablarle de otra manera, de considerarla de otra manera, como siempre nos gustaría que lo hicieran con nosotros.

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Pero, ¿cuáles son los síntomas del amor roto? Si estás confundido y no sabes si debes terminar la relación o intentar darle la vuelta, estos puntos de reflexión pueden ayudarte. La siguiente lista recoge algunas de las señales que aparecen cuando, inequívocamente, el amor muere.

También en este caso no hay manuales que seguir ni respuestas seguras, más que seguir tus sentimientos e instintos, aunque algunos signos de insatisfacción aparecen cuando estás contento. En particular:

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Apretamos los dientes y vamos a por ello. Si las cosas van bien durante un tiempo, nos hinchamos de orgullo. Entonces, cuando inexorablemente, a pesar de todos nuestros esfuerzos, nos encontramos de nuevo en el punto de partida, lidiando con nuestras debilidades habituales, acabamos sintiéndonos abatidos y “tirados” porque el objetivo parece inalcanzable y desproporcionado a nuestras fuerzas.

Lo sabemos bien, lo vemos en nosotros mismos incluso cuando alguien nos invita banalmente a cenar: siempre nos sentimos obligados a llevar algo: una planta, un pastel, una botella de vino. Queremos estar sin ataduras, ser autosuficientes, no nos sentimos cómodos con tener cuentas abiertas con otros, con estar en deuda con alguien.

Cuando te entregas a ti mismo, dejas de preocuparte por mantenerte a flote y abrazas tu cruz, es decir, esa situación difícil a la que te enfrentas y de la que te estabas defendiendo. Cuando aceptas entrar en esa muerte con Él y después de un tiempo de pasión, descubres que en esa muerte Él te ha traído a la vida.