¿Qué es el mal según los filósofos?

El mal treccani

Las discusiones sobre el mal y los problemas asociados también surgen en otros campos filosóficos, por ejemplo en la ética secular[15][16][17], y en disciplinas científicas como la ética evolutiva[18][19]. Pero, por lo general, el problema del mal se entiende como planteado en un contexto teológico[2][3].

También existen creencias de que cuando las personas sufren males, siempre es por los males que ellas mismas han hecho (véase el fenómeno del karma y el mundo justo) o que sus antepasados perpetraron (de nuevo, el pecado original).

Imitando el ejemplo de Leibniz, otros filósofos llamaron a sus tratados sobre el problema del mal “teodiceas”. La popular novela de Voltaire Cándido se burlaba del optimismo leibniziano con la historia ficticia de un joven ingenuo.

El mal existe

Paul Ricoeur ha esbozado unas verdaderas coordenadas generales del tratamiento del mal en la filosofía, por lo que creo que merece la pena ceñirse a ellas, trazando precisamente sobre este modelo las líneas generales del escenario1.

Sin embargo, el propio Ricoeur le atribuye el papel y el valor de un punto de inflexión en el desarrollo histórico del pensamiento sobre el mal, y también le atribuye haber planteado por primera vez la existencia indiscutible de un mal mundano (de tipo experiencial) como un “mal radical” subjetivamente experimentado.2

Ricoeur lo menciona, Rafael lo dice en claras cartas sobre Orfeo como filósofo, y el propio Schelling lo afirma sobre los íntimos lazos que cree que existieron en los primeros tiempos entre el sacerdote y el filósofo3.

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De hecho, no configura tanto una cosmo- y teo- gonía, como una antropo- gonía, es decir, un discurso sobre los orígenes que nunca pierde de vista al hombre, su origen, su verdadera naturaleza, sus destinos y los interrogantes que acompañan su existencia.

Lo malo y lo bueno

Según una vasta literatura que abarca desde los primeros filósofos hasta los autores modernos y contemporáneos, el bien y el mal son los dos principios fundamentales que rigen la vida humana. Están en perpetua lucha entre sí y corresponden a las pulsiones originales teorizadas por Freud: Eros y Tánatos, amor y odio, vida y muerte.

Son las religiones, la filosofía y la teología las que han comenzado a investigar el misterio del mal, un problema que siempre ha despertado en el hombre un sentimiento de angustia y tormento, y que representa un reto para la razón y la ciencia.

Las grandes religiones se han referido a la existencia de un Dios del bien y un Dios del mal (zoroastrismo) o al dolor como elemento constitutivo de la existencia humana (budismo y taoísmo). Para el confucianismo, el mal surge de la materia, mientras que el Islam sitúa el origen del mal en la rebelión de Sanata y basa la distinción entre el bien y el mal en la ley revelada (Corán) y la obediencia a Dios. A su vez, el judaísmo atribuye la raíz del mal a una caída primitiva. Finalmente, el cristianismo gira en torno al pecado original y la redención.

Leibniz el problema del mal

La experiencia del mal a lo largo de la historia ha adoptado diferentes caras. En el siglo pasado, un acontecimiento terrible y aterrador marcó un punto de no retorno en la reflexión filosófica, pero también teológica, sobre el mal. Este acontecimiento tenía el nombre de un campo de concentración y el rostro de millones de víctimas inocentes: Auschwitz. Así pues, en los últimos tiempos, a causa de la pandemia, hemos tenido que asistir, con gran dolor en nuestros corazones, a una serie aparentemente interminable de procesiones de vehículos militares con ataúdes apilados unos sobre otros. Y también fuimos testigos del llanto de los hijos, de los padres, de los hermanos, de los amigos, que sólo habían podido ver todo esto por la televisión, sin que hubiera para esos féretros el calor de una flor suave, sólo adornado con una tristeza indecible y acompañado de una oración silenciosa.

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