¿Cómo es el dicho de la ignorancia?

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Las redes sociales dan a legiones de idiotas el derecho a hablar cuando antes sólo lo hacían en un bar después de una copa de vino, sin perjudicar a la comunidad… pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas.

Hay un culto a la ignorancia en los Estados Unidos, y siempre lo ha habido. La cepa del antiintelectualismo ha sido un hilo constante que se abre paso en nuestra vida política y cultural, alimentado por la falsa noción de que la democracia significa que “mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento”.

Frases divertidas sobre la ignorancia

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Un poema es una forma de arte que crea, mediante la elección y combinación de palabras según unas leyes métricas determinadas, una composición formada por frases (llamadas versos), en la que el significado semántico está vinculado al sonido musical de los fonemas.

La ignorancia no tiene límites

“3) Piensa en un hombre extremadamente reflexivo, torturado por la conciencia de su propia ignorancia. No tiene el valor de un idiota, pero tiene las raras agallas de decir “no lo sé”. No le importa parecer estúpido o, peor aún, ignorante. Duda, no habla y agoniza por las consecuencias si se equivoca. Sigue analizando y reanalizando sus sentimientos hasta llegar al agotamiento físico y nervioso. Esto no significa necesariamente que el hombre carezca de confianza en sí mismo, sino sólo que desconfía de sus propios conocimientos.

La ignorancia es la madre de la arrogancia

Con el progresivo crecimiento de la ignorancia, en sentido relativo y absoluto, las víctimas de la degradación democrática y social no se dan cuenta de que se están convirtiendo en “cómplices” de un proyecto que impide el progreso real, de que están haciendo su propia contribución a las decisiones que afectan a su propia existencia, en una percepción (típica de los ignorantes) que hace que nadie se sienta responsable en este preocupante “sueño de la razón”.

Muy a menudo, las palabras, las reacciones, las actitudes de los políticos, de los periodistas, de los llamados personajes de la cultura, de los representantes religiosos y de los activistas de todas las facciones se ven reflejadas, como en un espejo, en tantas personas corrientes que dejan el control de sus vidas a esos “pocos” para que decidan lo que es “bueno” o “malo” para ellos.

Basta con abrir un periódico, ver un programa de televisión, echar un vistazo a alguna red social para darse cuenta de que la mayoría de la gente, independientemente de su nivel de formación, presta muy poca atención a los temas sociales y comunes: les interesa el día a día, lo que ocurre en el día a día, su familia, su círculo de amigos, las personas que importan y de las que se puede sacar algún provecho, el equipo de fútbol, la serie de televisión…