¿Dónde está la conciencia en el ser humano?

Tener conciencia

¿Cómo es que el Ego que dirige su atención a sí mismo no se encuentra automática e inevitablemente observándose a sí mismo en el acto de observarse? ¿Un yo que a su vez es observado por el propio yo?

Creo que la respuesta a estas preguntas debe buscarse abordando el complejo problema de la autoconciencia de una manera sustancialmente diferente. Hablar de autoconciencia podría no significar ni siquiera una verdadera autorreflexión, una colocación del ente observador en la condición simultánea de cualquier objeto perteneciente al mundo externo. La autoconciencia también podría ser una ilusión, en el sentido de que la conciencia no se dirige realmente a sí misma, sino a otra cosa.

La representación, la reflexión racional puede seguir constituyendo un punto de partida para el análisis psicoanalítico. Pero, si el paciente quiere lograr resultados significativos con respecto a su salud mental, debe decidir desprenderse de las imágenes de sí mismo para llegar a un acuerdo con el verdadero yo. Esto significa experimentar concretamente ciertos contenidos sustraídos a la conciencia; significa revivir ciertos episodios del pasado, volver a ellos no sólo en el pensamiento, sino sobre todo entrar en contacto con ellos, permitir que el ser se involucre de nuevo en las sensaciones y emociones, incluso desagradables, incluso dolorosas, que los caracterizaron.

La conciencia de Zenón

Los seres humanos también poseen un pronunciado aprecio por la belleza y la estética que, combinado con el deseo de expresarse, ha dado lugar a innovaciones culturales creativas como las artes, que abarcan todas las disciplinas musicales, figurativas y literarias.

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El estudio científico de la evolución humana incluye el desarrollo del género Homo y el estudio de otros homínidos estrechamente relacionados, como el Australopithecus. Los humanos modernos pertenecen a la especie Homo sapiens, que para algunos autores puede dividirse en dos subespecies: Homo sapiens sapiens y el extinto Homo sapiens idaltu (traducido aproximadamente como “hombre más sabio”).

A lo largo del tiempo, se han propuesto especies, subespecies y paleosubespecies de Homo sapiens, aunque los debates sobre el tema continúan en la actualidad, ya que las especies y subespecies son definiciones convencionales y no diferenciaciones objetivas que puedan calcularse o detectarse.

Algunos antropólogos consideran que la especie consta de dos paleosubespecies diferentes[23]: Sapiens e Idaltu. Muchos consideran a los neandertales una especie y otros una subespecie. Por último, algunos consideran que H. heidelberg es un progenitor, otros una especie y otros una paleosubespecie.

Qué es la conciencia en filosofía

Onians recuerda entonces cómo ψυχή se asocia, como lugar, a la cabeza desde la que se exhalaba, y que se corresponde más bien con el σκιά (skiá, sombra) tal y como se describe en la Odisea[16] que con el aliento del alma (éste en el θυμός).

“Αὐτὸς δὲ ὁ νοῦς διὰ τί οὐκ ἐνεργήσει καὶ ἡ ψυχὴ περὶ αὐτὸν πρὸ αἰσθήσεως καὶ ὅλως ἀντιλήψεως; Δεῖ γὰρ τὸ πρὸ ἀντιλήψεως ἐνέργημα εἶναι, εἴπερ τὸ αὐτὸ τὸ νοεῖν καὶ εἶναι “. Καὶ ἔοικεν ἡ ἀντίληψις εἶναι καὶ γίνεσθαι ἀνακάμπτοντος τοῦ νοήματος καὶ τοῦ κατὰ τὸ ζῆν τῆς ψυχῆς οἷον ἀπωσθέντος πάλιν, ὥσπερ ἐν κατόπτρῳ περὶ τὸ λεῖον καὶ λαμπρὸν ἡσυχάζον.”

El primer autor que elaboró la noción de “conciencia” en su sentido moderno fue Gottfried Wilhelm von Leibniz, quien, a principios del siglo XVIII, distinguió las pequeñas percepciones subliminales de las apercepciones a través de las cuales las primeras se manifiestan a nivel consciente:

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(Gottfried Wilhelm von Leibniz, Nouveaux Essais sur l’entendement humain, II, 9, § 4 (red. 1703-1705, 1ª ed. Amsterdam-Leipzig, 1765); traducción italiana de Emilio Cecchi, en W. Leibniz Nuovi saggi sull’intelletto umano, Bari, Laterza, 1988; reimpreso en Leibniz Opere, Milán, Mondadori, 2008, p.210)

La conciencia no está en el cerebro

El Evangelio de la vida, que resonó al principio con la creación del hombre a imagen de Dios para un destino de vida plena y perfecta (cf. Gn 2,7; Sb 9,2-3), se contradice con la experiencia lacerante de la muerte que entra en el mundo y proyecta la sombra del sinsentido sobre toda la existencia del hombre.

10. El Señor le dijo a Caín: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Gn 4,10). La voz de la sangre derramada por los hombres no deja de gritar, de generación en generación, adoptando tonos y acentos diferentes y siempre nuevos.

Algunas amenazas provienen de la propia naturaleza, pero se ven agravadas por el descuido y la negligencia culpable de los hombres, que no pocas veces podrían remediarlas; otras, en cambio, son el resultado de situaciones de violencia, de odio, de intereses contrapuestos, que llevan a los hombres a agredir a otros hombres con asesinatos, guerras, masacres, genocidios.

50. Al final de este capítulo, en el que hemos meditado el mensaje cristiano sobre la vida, quisiera detenerme con cada uno de vosotros a contemplar a Aquel a quien traspasaron y que atrae a todos hacia sí (cf. Jn 19,37; 12,32). Contemplando “el espectáculo” de la Cruz (cf. Lc 23,48), podemos descubrir en este árbol glorioso el cumplimiento y la plena revelación de todo el Evangelio de la vida.

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