¿Cómo es una persona tóxica en el trabajo?

Empresa tóxica

Hay algunos líderes que prefieren ser temidos, y otros que prefieren ser amados. Evidentemente, todos quieren sobresalir, ser admirados, pero los primeros también quieren reverencia, respeto, miedo. Es la actitud del profesor la que infunde miedo, ante la que te quedas sin palabras. O del gerente que exige una actitud recatada y, si te opones, te amenaza y no duda en despedirte. Está convencido de que la gente sólo obedece si tiene miedo de ser castigada. Seguro de que muchos aspiran a ocupar su lugar, desconfía de ellos. Mirando la historia, encontramos muchos dictadores o gobernantes, severos, que nunca confraternizaron ni con sus compañeros ni con el pueblo.

Le gustaría ser amado y admirado como un gran actor por su habilidad. Se queda con gusto con sus camaradas, busca el contacto con la gente. Hay empresarios de este tipo. Pero sobre todo los grandes generales que se pusieron entre sus soldados, o los líderes populares como Evita Perón.

Los líderes de este tipo tienen varias ventajas: no se toman por sorpresa y, al destruir a sus adversarios, no corren peligro de ser traicionados. También tienen dos puntos débiles. Al no informarse, al no pedir consejo, pueden cometer errores garrafales que nadie corrige. Además, como no se les quiere, en cuanto las cosas van mal todo el mundo les abandona.

Falta de respeto en el trabajo

En la mayoría de los casos, estas situaciones se deben a directivos y líderes que no se comportan bien. Ser líder no significa maltratar a los empleados y no sustituye a la construcción de relaciones basadas en el respeto mutuo. Lo mismo ocurre con los colegas, tus compañeros, personas que a veces intentan sobrepasarse para quedar bien ante el jefe.

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Una buena manera de sobrevivir en un entorno de trabajo tan tóxico y profundamente incómodo es buscar el diálogo con las personas que crees que son la causa de tu malestar. Antes de señalar con el dedo a alguien, en definitiva, intenta enfrentarte a él sin utilizar un tono acusador.

A menudo, las acciones de las personas están impulsadas por sentimientos y emociones no expresados, resultado del estrés y de situaciones privadas que les llevan a arremeter contra los demás. Al hablar de forma amistosa, puede incluso ayudarles a resolver sus problemas.

Si hablar, mantener la calma, buscar un diálogo constructivo y mantener las emociones a raya, incluso acudiendo a la oficina correspondiente, no han conseguido resolver la situación, recurre a las “palabras duras”.

Cabeza tóxica

Numerosas investigaciones han puesto de manifiesto hasta qué punto nuestro comportamiento está sujeto a la influencia de los demás. Los investigadores Nicholas Christakis y James H. Fowler acuñaron el término “contagio social” para destacar cómo el comportamiento se propaga a través de las redes sociales de forma similar al fenómeno del contagio por bacterias o virus.

Otras veces, sin embargo, lo vemos todo oscuro y negro e imaginamos que todo tipo de desgracias son inminentes. Por lo tanto, somos poco estables en los juicios, los estados de ánimo y la perspectiva que adoptamos ante la vida y, precisamente por ello, somos extremadamente susceptibles a los estímulos de los demás.

Dejar un trabajo tóxico

El fin de una relación nos lleva, casi inevitablemente, a experimentar una serie de emociones negativas y desagradables, hasta el punto de que en psicología tal acontecimiento se compara con un verdadero duelo.

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Cuando todas estas reacciones, que por tanto se consideran absolutamente normales en el caso de este tipo de acontecimientos, superan la duración prevista y, sobre todo, cuando se observa un “bloqueo” en una de las distintas etapas sin llegar a alcanzar la etapa final (y decisiva) de aceptación, en la jerga clínica se habla de duelo complicado.

Con esta nueva conciencia, podremos entonces comprender qué características propias y del otro hicieron que la relación fuera tóxica y fomentaron el estancamiento, extendiendo la reflexión a otras relaciones significativas en la propia vida.

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