¿Qué dice Juan 11 25 26?

Texto bíblico

La experiencia de la muerte también constituye un problema intelectual. Desafía a la inteligencia que querría comprender sus causas, querría racionalizarlo y así hacerlo menos ofensivo situándolo en una perspectiva de sentido. Por lo tanto, el problema de la muerte debe concebirse ante todo como el problema del sentido de la existencia, que parece amenazado y comprometido. Debido a la insuficiencia de respuestas racionales y científicas, la única salida parece estar en la fe religiosa. La muerte suele inducir al hombre a un doble camino, o bien a la desesperación y al sinsentido, o bien a reconocer la existencia como un don que viene de alguien que está en el origen y en el fundamento de todo. Según la respuesta que se dé al problema, el sentido de la vida y el propio compromiso también cambian profundamente.

D’ANNIBALE F., La rappresentatione della conversione di Santa Maria Maddalena fino alla morte, e risuscitazione di Lazzaro. Nuevamente revisado con diligencia por Francesco D’Annibale, en la Logia del Papa, Siena 1620.

Frases evangélicas sobre la muerte y la resurrección

Incluso si alguien hubiera querido, no podría haberse ofrecido a sí mismo como sacrificio por sus pecados, ya que los pecados lo descalificaban para ser un sacrificio aceptable. En consecuencia, el Antiguo Testamento preveía la ofrenda de ciertos animales elegidos, cuya sangre se derramaba en sustitución para expiar los pecados de los que se arrepentían y confiaban en la revelación de Dios.

La Biblia describe al hombre perdido como un esclavo del pecado, y habla de su liberación comparándola con la forma en que los esclavos eran redimidos en el mundo antiguo. En Cristo, “tenemos la redención por su sangre, el perdón de los pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7). “No con cosas corruptibles, como la plata o el oro, habéis sido rescatados de vuestra vana manera de vivir… sino con la sangre preciosa de Cristo, como del Cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:18-19).

“Son los que han venido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios y le sirven día y noche en su templo”.

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Por muy noble que sea el esfuerzo de la filosofía por procurar sabiduría a la humanidad ante la muerte, deja sin respuesta las preguntas sobre el destino del alma y hace estériles los discursos sobre ella.

Sin embargo, no somos meros organismos vivos hechos de carne y hueso, y el fin de la vida en la tierra no coincide con la destrucción definitiva del ser. En efecto, después de la muerte… “el polvo vuelve a la tierra como antes, y el espíritu vuelve a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12:9).